NOSOTROS

Cómo nace este gran proyecto llamado Apeirón

El ánimo de tener un consultorio que brindará un servicio de atención psicológica surge desde dos lugares apartados, pero que coincidieron en un mismo momento. Por un lado, en una de las zonas céntricas de la Ciudad de México, Roma Norte, uno de nuestros compañeros se le hace atractiva la idea de tener un consultorio, pues la zona hacia permisible la afluencia de gente la cuál tuviera la facilidad de acudir. Por otro lado, en la zona oriente de la Ciudad de México otros compañeros buscaban de igual forma un espacio que cubriera con las necesidades que se ajustaran, para brindar el servicio. Al cabo de cierto tiempo en la Roma se haya un lugar que cumple con las particularidades que se estaban buscando. Bastó una llamada para que esos compañeros se unificarán en lo que ahora es el consultorio de Roma Norte. ¿Qué hacer?, ¿hacia dónde ir? y ¿qué esperábamos? Eran las preguntas recurrentes que nos formulábamos.

Primero habría que crear una imagen. Si bien cada uno de manera muy particular venía ejerciendo su propio estilo de hacer clínica, se debía de construir algo en donde se pudiesen congregar todos esos estilos y, sobre todo, generar un espacio que pudiese proyectar un lugar de atención psicológica que ofreciera un trato con alto espíritu de profesionalismo; en donde prevaleciera un lugar en el que el paciente tuviera su importancia sobre la cuestión monetaria. 

Lo primero que buscamos fue un nombre: el reto no fue sencillo. Para esta aventura tuvimos nombres como: Centro de Atención Psicológica (CAPSI), Consultorio de Atención Psicológica (CAPSΨ), Consultorio de Atención Psicológica & Psicoanalítica (CAPPSI). Finalmente, lo que hicimos fue romper con lo más usual y buscar un nombre que no tuviese una relación, explícitamente con la psicología, pero sí con algo del orden del cambio. De esta manera surgió Apeirón: fuente inagotable de energía que garantiza el cambio y la transformación.

Conforme se avanzaba en la construcción de ese espacio el trabajo que hacíamos llegaba a distintos oídos los cuales escuchaban con agrado y sumo interés lo que ahí se estaba gestando. Las pláticas que se daban en torno a este proyecto no fueron en vano, pues de ellas surgió la integración de dos consultorios que actualmente se encuentran en Iztacalco e Iztapalapa. De mayor importancia fue la incorporación de más compañeros psicólogos y psicoanalistas que apostaban por ser parte de una manera distinta de congregarse, para ejercer la clínica desde otro lugar y aportando desde su experiencia cimientos sólidos que le dieran más fuerza a lo que se había conseguido hasta ese momento.

Las exigencias iban en aumento y en consecuencia se necesitó del apoyo de personas que se dedicaban  a otras profesiones desde donde pudiesen aportar algo desde su perspectiva: diseñadores, abogados, caricaturistas, historiadores, programadores, pedagogos inclusive psicólogos que hubiesen tenido una experiencia similar a lo que estábamos haciendo, todo esto para finalmente constituirnos como sociedad civil. A partir de ese momento buscamos relacionarnos con asociaciones y especialistas en el ámbito de la salud para dar paso a la creación de una “red de apoyo externa” que servirá para atender casos más específicos, o que requieran de una intervención integral.

Al día de hoy hemos descubierto a través de nuestro que hacer como psicólogos clínicos y psicoanalistas que el trabajo que estamos desempeñando requiere de un alto grado de preparación ya que nos hemos encontrado con situaciones en donde la persona que acude con nosotros viene de experiencias en donde no se le ha dado la importancia que se requiere dentro de un servicio como el que necesitan tergiversando en mucho la profesión como el trabajo mismo, ya que impera una atención enfocada a conseguir cosas distintas a las que busca en un inicio la persona, como por ejemplo; la cura de su malestar, haciéndola a un lado. Por eso ha sido y es primordial para nosotros tener como eje valores como lo son: el respeto, la confidencialidad, la equidad e igualdad, la integridad y ética; y, sobre todo, dándole un valor a esa persona que busca en nosotros saber qué hacer con eso que le molesta, le estorba y, además, le duele. Si bien, los espacios que brindamos ayudarán a aminorar esos pesares también la persona logrará re – descubrirse mediante el encuentro con su propia verdad.

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